Semana de altibajos emocionales

Algún día tenía que pasar. A mi joven amiga secreta le ocurrió una tragedia personal y está apenas saliendo de la crisis. Es difícil asimilar la muerte de una persona con la que uno tiene algún tipo de compromiso. Enseguida aparece el fantasma de la culpa. Y si hubiera hecho o dicho tal cosa...? En fin, tendrá que hacer su lucha y salir adelante, y yo no sólo la ayudo sino que la estoy esperando para el exorcismo de la cama, que es muy importante.
En la misma semana me fui a cenar con un chavo muy agradable, chispeante, algo obvio en su frescura y su modo de agarrarme la mano cada vez que me contaba algo íntimo. Una forma de decir, créeme, y de paso tocarme. Claro, en el restaurante a nadie le pasó desapercibida esta agitada conversación entre un señor canoso con aire elegante y un joven de 30 que a cada rato le agarraba la mano. En algún momento le conté de un amiguito mio que, en el Taller, se había sacado la camisa para bailar. En fin, no me lo pude tirar porque se hizo la medianoche (hacía un año que no nos veíamos). Al día siguiente le hablé, le dije que me la había pasado muy bien, y que era un chico muy guapo que se merecía lo mejor. Le dije que otra vez lo llevaría al Taller a bailar, y que incluso estaría dispuesto a quitarme la camisa, a sabiendas que soy un oso. Entonces dijo: "Bueno, tengo que confesarte mi gran debilidad por los hombres velludos". O sea, ¿tendré algún chance? Y yo que estos días, seguido por la moda actual, estuve fantaseando con la depilación integral. Qué ironía, ¿no?