¿Y tú quien eres?

miércoles, 25 de junio de 2008

Mi amigo del café internet, y cuando nos fuimos a la cama

Ya saben que no es mi estilo contar aventuras personales ni encuentros amorosos en detalle, porque para eso están los sitios de relatos como el Marqueze y el Molokodisco. Son bastante aburridos, porque los cuentos son muy similares, pero para eso están y creo que tienen muchos lectores. De hecho, la semana pasada estaba en un café internet en Cuautitlán Izcalli, a las tantas de la tarde, y se me ocurrió darle una vuelta al mundo gay. al fin que estaba en una computadora más o menso apartada, en un rincón desde donde no podía verme la gente que pasaba por afuera. Así que abrí unas cuantas pestañas del navegador, para switchear si alguien se acercaba sin darme cuenta, y me puse a navegar por sitios cachondos, a leer, a ver fotos. Si alguien se daba cuenta no importaria mucho y lo más que hubiera pasado es que pasara un poco de pena (nomás para disimular) o que de plano me tuviera que salir, que tampoco importaba mucho. La verdad es que me excité bastante y, como es mi estilo, lentamente se me fue mojando la ropa y cuando quise darme cuenta ya tenía una mancha ligera pero perceptible en el costado del pantalón.
Entonces decidí que ya era tiempo, así que apagué la máquina y me fui donde el cajero a pagarle. Era un chavo como de 24 años, digamos de aire juvenil, pelo corto, cara de niño y bonitos ojos oscuros. Uno de estos adolescentes que ya pasaron la adolescencia y que siguen flotando. Cuando le pregunté por mi cuenta vió su pantalla, sonrío, y me dijo algo así como "Parece que te estuviste divirtiendo un rato", y me miró muy profundo a los ojos. Zas, me dije, este cabrón estuvo monitoreando mis sitios, lo que cualquier administrador de red puede hacer cuando quiera, y ahora se está haciendo el gallito. Le contesté que había estado haciendo mi tarea, ya sabes, uno tiene que aprender un poco de todo, y en tono sarcástico dije que "Y tal parece que a ti tampoco te son ajenos esos sitios". Soltó una risita cómplice, así que le aumenté: "Y no sabes cómo vengo. Estoy todo empapado". Ahora habia caído algo de sombra en la rápida conversación, y podía terminar abruptamente o volverse interesante. Y eso ocurrió: bajó la voz y acercó la cara para decirme que ya iba a terminar su turno, y que si lo esperaba podíamos tomarmos un helado. Le dije que OK, que nos veríamos cerca de su local cuando dieran las 7.
Llegó con su mochila al hombro y una botella de agua. Más delgado de lo que lo imaginé, pero con un andar ligero y algo femenino. Ya sabes lo que sigue: pasarse las generales, que dónde vives, que si vienes seguido, y todas esas cosas, y yo ya estaba urgido de resolver qué, entonces, qué plan quieres que hagamos. Me gustaría verte un poco más de cerca así que si quieres nos vamos a algún lugar y a ver cómo nos va. Y nos fuimos al hotel que está sobre la autopista llegando a Lechería, como arriba de un puente. Iba a llevarlo al autohotel de Perinorte, pero ese cuesta como 600 pesos por el rato y la verdad no llevaba tanto efectivo.
Mientras yo manejaba se mantuvo un poco distante, aunque igual aproveché algún momento para ponerle una mano sobre el muslo o pasarle el dorso de la mano por la cara, muy suave, como para que se le quitara lo asustado. Bueno, no precisamente asustado, sino lo tímido. Al fin que éramos dos extraños que se habían dado un flechazo y se iban a acostar juntos en un hotel. Es eso, ya lo han compartido todos, cuando dos personas competamente vestidas y que apenas se conocen, acuerdan un hecho sexual que implica que, dentro de un rato, se quitarán la ropa, se besarán y se acariciarán íntimamente como si fueran amigos de toda la vida.
Pero este chico, que se llamaba Rubén, no era tan tímido, porque en cuando cerré la puerta lo tenía a mis espaldas y me tenía abrazado por la cintura. Ni siquiera se había quitado la mochila del hombro. Estaba super caliente, según vi, porque en cuanto pude darme vuelta sentí que ya venía bien empalmado dentro de sus vaqueros. Pude darme cuenta porque le pasé una mano muy ligera para "saludar" y darle un tono digamos más acelerado. O sea que a eso vinimos.
Un minuto más tarde la había quitado la playera y él estaba batallando con mi cinturón. Momento glorioso cuando se suelta el botón del pantalón y se hace el espacio suficiente para pasar una mano hasta el resorte del bóxer, y más allá.
Mientras él buscaba por ahí yo me apoderé de sus pechos bastante marcados, de sus brazos y de su espalda. Pero no toqué sus nalgas para reservarlas. y además, él ya iba bastante adelantado con las mías. A esas alturas todavía no sabía muy bien qué iba a pasar, cuál sería su preferencia, y si tendría que hacer el papel de padre o de hijo sumiso. Era yo bastante mayor que él, así que las cosas no estaban tan claras. Muchas veces te buscan las nalgas y tú crees que lo primero que quieren es cogerte, pero resulta que no, que es un gesto amoroso y al cabo acaban cn una mamada y una súplica para que te los cojas.
Así que me seguí con las caricias y sólo cuando ya traía la ropa por las rodillas me decidí a desabotonarlo y meterle mano dentro del pantalón. Bueno amiguitos, como en un cuento de fantasía, ahí brincó esta preciosa verga circuncidada, con su cabecita bien alta apuntando al cielo y una gotita resbalosa en la punta.
"Qué tú también ya estás mojadito", le dije, y el sonrío con alegría. "A ver, vamos a confirmar". Y me la zampé de una vez en la boca. Me acomodé como pude para irme quitando la ropa pereo sin dejar de sorberle esa hermosa verga que olía muy suave pero se sentía firme y vibrante. Ahí arriba el me acariciaba la cabeza y el cuello, y suspiraba. No me dejó cnsentirlo mucho, y me levantó para que ahora sí, ya casi desnudos, nos cachondeáramos en la cama.
yo me fui para abajo y el metió la cara entre mis piernas, así que más o menos armamos un 69, pero lo rompimos varias veces porque yo quería comerle su culito y el insitía en sostenerle los huevos. Estuvo bien, y hasta muy bien, porque por momentos él se regresaba a mi cara para besarme en los costados, en los hombros, en el cuello. Yo disfrutaba mucho sintiendo que su verga buscaba colarse entre mis piernas, y me imaginaba que este niño cachondo podía estar más interesado en mi colita que en darme la espalda.
Me puse a sus espaldas para masturbarlo, y luego me fue de frente otra vez, y al cabo él repitió la hazaña y se sentó encima mío, para que se la chupara de espaldas. Abrí mis piernas para estar más firme y fue entonces cuando se mojó las yemas de los dedos y echó su mano para atrás, para alcanzar mi anillo de bronce. Yo lo chupaba y le trataba de meterme los dedos húmedos en el agujero del culo. Me entregué: la saqué de la boca y se lo dije con la misma audacia que le conozco a Edgardo, cuando te mira a los ojos y te implora: "¿Me vas a coger?". Sin responder se bajó de la cama, son esos momentos terribles pero necesarios, y lo vi en toda su hermosura, un chico moreno, delgado, flexible, con la verga encendida y buscando un condón en el bolsillo de su mochila.
Él mismo se lo puso y se mojó una y otra vez con su propia saliva. Yo traía un lubricante, así que aproveché la pequeña toilette para acercarle la botellita abierta y mostrarle que na tenia un poco en la mano. El sacó otro poco mientras yo me mojaba mi agujerito, que a estas alturas estaba encendido. Todavía me hizo unas ricas caricias, y se echó mis piernas a los lados para descubirmme más. Aproveché el movimiento para jala una almohada y echarla debajo mío, y así estuve como a mí me gusta, un poco más alto para recibirla mejor.
Me la dejó ir sin muchas atenciones, para mostrarme que estaba a cargo y que no me consideraba un novato remilgado. Yo aguanté a lo macho, y le hice notar que estaba listo y entregado. Y que hiciera conmigo lo que quisiera porque ya era suyo, ya me estaba cogiendo y ya la estaba disfrutando. Me la clavaba con mucho deseo, una y otra vez. Por mometnos la sacaba por completo y la volvía a meter de un solo empujón, y la verdad, aunque arriesgada, la maniobra me gustaba porque podía sentir una y otra vez todo el recorrido. Una penetración atrás de la otra.
No me voy a quedar contando los 10 o quien sabe cuántos minutos que duró esto. Pero al cabo me dió la vuelta, volvió a poner la almohada bajo de mí, y me volvió a coger desde arriba, sentado sobre mis piernas, con violencia. No era un chico tierno sino un cogedor enérgico, incluso duro, que siente que está a cargo y quiere mostrar su decisión. Así me gustan los cogedores, que sean decididos. No quiero que me lastimen, pero sí que me muestren el deseo más que la ternura. Ya habrá tiempo para esto también.
Cuando ambos estábamos ya agotados y yo empezaba a impacientarme por jalarle la verga, me dio la vuelta, me la sacó, se quitó el capuchón y me dijo que se iba a venir encima mío. Entonces le pregunté si quería dármela en la boca, pero movió la cabeza en forma negativa. Mejor se acomodó un poco más arriba, y moviendo la mano en forma casi frenética, se hizo la chaqueta y se acabó encima mío, a chorros, con tanta puntería que la leche me cayó sobre los labios y la cara. Fue fabuloso. Una descarga tremenda que le debió costar y que lo hizo caerse, ya abandonado, entre mis brazos.
Lo puse de lado y lo cubri con mi cuerpo, para que no sintiera el frío del relax y para mostrarle que estaba listo para cumplir con mi parte. No lo habíamos hablado, no sabía si quería, si deseaba que lo poseyera, que lo cubriera también. Pero no se resistió cuando lo acaricie y lo acomodé ligeramente, cuando le lubriqué su colita, cuando le metí los dedos suavmente y le mostré el camino de la felicidad. Más bien se fue relajando, como si esperara un buen masaje, unas caricias, una envoltura tierna y relajada. Así se la metí, sin hacer grandes jadeos, con mucha delicadeza, sin golpearlo ni agitarlo. Cuando lo puse de espaldas y lo penetré de frente nunca me miró, los ojos cerrados, así que entendí que esta parte de la película debía ser discreta. Lo puse nuevamente de espaldas, con el cojín, y lo cogí con las manos el a cadera, en el cuello, acariciando sus flancos. En algún momento sentí que se volvía a excitar, así que le di espacio para que pudiera masturbarse. El me llamó ucando estuvo listo, y me pidió que me viniera dentro suyo. acabamos juntos, con silbidos en vez de jadeos, y mi enérgico adolescente volvió a soltar otra carga de semen sobre las sábanas ya húmedas. Estaba agradecido que lo hubiera poseído sin exhibirlo, supongo, sin lastimar su hombría, esa masculinidad que todavía lleva con orgullo y alegría, y quizá con un poco de pena.
Seguimos cogiendo y chupándonos hasta las 10 de la noche o más, y entonces, a la carrera, nos salimos para poder cmer algo en la clle antes que llegara tarde a casa de sus padres.
Nos hemos vuelto a ver, pero ya no he vuelto al café internet.

viernes, 20 de junio de 2008

En las fotos de desnudos, los hombres miran el rostroCopio

Copio y pego de un blog de http://www.depsicología.com/ y http://www.neoteo.com/

Después de todo es verdad lo que los hombres le dicen siempre a las mujeres: “lo primero que miro en una mujer es si tiene rostro bonito”. Al menos eso confirma un estudio publicado en la revista Hormones and Behavior.
Uno esperaría que los hombres y mujeres miren las fotografías sexuales de una forma diferente, pero lo que descubrió este nuevo estudio es que los hombres, más que las mujeres, son los que tienden más a mirar primero el rostro antes que otras partes del cuerpo desnudo.
Pero tanto hombres y mujeres miraban de la misma forma los genitales, dijo Heather Rupp, líder del estudio, del Kinsey Institute for Research in Sex, Gender and Reproduction de la Indiana University
Nadie podría imaginarse que los que miraran la entrepierna de los deportistas masculinos fueran los hombres, y no las mujeres (como parece lo demostró un estudio). Ahora, otro mito se derrumba: frente a un desnudo del sexo opuesto, los hombres miran en primer lugar la cara de la modelo, y luego el resto del cuerpo. Como si esto fuera poco, también se supo que las mujeres bajo estudio pasaron más tiempo que los hombres mirando imágenes de parejas que tenían sexo. Como premio consuelo, también pudo demostrarse que el tiempo que se dedicaba a la observación de los genitales del sexo opuesto era el mismo para hombres y mujeres. Dentro del grupo femenino, aquellas que toman anticonceptivos hormonales prestaron más atención a los genitales masculinos que las que no los toman. Bueno, todo esto al menos puede servirnos para saber qué contraconceptivos están tomando las chicas según la forma en que nos miran. Según Ariel Palazzesi, que escribió parte de este blog, no todo está perdido.
Si quieren más información sobre el tema, y también leer sobre sexo y género, vean la página oficial del Instituto Kinsey, que lleva el nombre del famoso autor pionero en estos asuntos. Si quieren leer sobre el propio Alfred C. Kinsey, lean la Wikipedia.