¿Y tú quien eres?

miércoles, 17 de octubre de 2007

El placer es un escándalo

Encontré en un sitio este texto del filósofo español Fernando Savater, y se los copio para que vean que no sólo los inmorales y los cachondos pensamos en estas cosas. Vean que el placer es una cosa seria, sobre todo cuando uno se quita la ropa.

En un artículo que así se llama, El escándalo del placer, dice que placer es una palabra de resonancias fundamentalmente inmorales y que la gente está más dispuesta a consentirlo cuando es cosa pequeña, como cuando está asociado a la comida o el entretenimiento. Los problemas empiezan cuando las personas se quitan la ropa y se ponen a gritar, sobre todo si es fuera de casa o en presencia de menores. Y es mucho más serio cuando el placer se quiere entender como una categoría filosófica. Ahí es cuando algunos se ponen graves porque el placer podría ponerse en el centro de nuestra vida y nuestras decisiones. Es cuando aparecen las censuras y los remilgos.Dice Savater que en el terreno de la moral, el placer sigue siendo escandaloso. Hay un tema adicional, que es cuando se ve la represión como una virtud, es decir cuando se festeja a quienes combaten el placer, propio y ajeno. Son los padres, los maestros, los religiosos y los gobiernos, que creen que la vida (pñor lo menos la de los otros) es trabajar, sufrir y acostarse temprano. Parece que todo placer es breve, y que siempre está contrapunteado con el dolor. Probablemente está satanizado porque el placer depende casi siempre de los otros, exige la reiteración (y crea alguna dependencia), y es en esencia improductivo. En el Emilio, Rousseau dice que lo antisocial del placer es que contraría el amor propio de quien lo contempla como espectador, bien sea porque produce envidia o bien porque hace ostensible que el gozador no nos necesita, lo que provoca en el azorado contemplador una sensación molesta de inexistencia o de estar de sobra.Me gusta mucho este pasaje de Savater:"Lo único literalmente indecente (lo por autonomasia inmoral) es la suposición de que la vida buena no ha de incluir (o es irrelevante que incluya o no) gratificaciones placenteras en toda la extensión corporal y carnal de la palabra. La libertad humana, entendida como capacidad de elección, invención y reflexión sobre la preferencia, no se opone a nuestra corporalidad, ni la desmiente, ni se desentiende en modo alguno de ella, sino que emerge y corona la carne como la flor emerge y corona el organismo vegetal que la sustenta... En la vida buena se reúnen los placeres corporales y los espirituales a cuyo equilibrio llamamos cordura y cuya posibilidad instituida merecería ser llamada civilización".

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