¿Y tú quien eres?

martes, 9 de marzo de 2010

Sigue pudriéndose la historia de Maciel

No es que me interese demasiado el tema del famoso y desdichado Marcial Maciel, a quien ya le habíamos dado la bienvenida a este sitio hace algún tiempo. Conociendo como somos los hombres de nuestro tipo, lujuriosos y un poco locos, casi diría que lo entiendo, y que le guardo más lástima que enojo. Muchos de nosotros, lo digo en un sentido muy amplio, hemos tenido apetencias por chicos y chicas jóvenes, muchachos y chavas sanas y guapas, y a veces no siempre les preguntamos la edad.

Antes, unas décadas atrás, esto de las relaciones intergeneracionales no le importaban a nadie, como tampoco les importaba si fumábamos un cigarrito después de la cena, o si manejábamos un poco borrachos. Ahora todo está prohibido, sancionado y descalificado. Yo nunca me olvidaré que los papas de la familia Borgia, o los Medicis, pues eso eran, familias, todos contra todos. Los cardenales tenían mujeres, o amantes, o hijos, o lo que les gustara más. Qué épocas, digo. Ahora no me puedo imagnar a Juan Pablo o a Benedicto fumándose un puro y tomándose una copa de coñac después de la cena, en su salita, discutiendo de filosofía con un par de cardenales y laicos intelectuales, o incluso en su recámara, en camisón y platicando pacíficamente con un par de oficiales de la guardia suiza. Digo, a quíen le importaría.

Pero ahora la historia de Marcial Maciel se pudrió por completo. Reventó toda la historia de sus familias, y de que se acostaba con sus propios hijos y hacía que lo masturbaran. Háganme el favor, habiendo muchachos que lo harían con más ganas y sólo por recibir su bendición. Lo que en todo caso uno se podría preguntar es, si gustaba el sexo, los muchachos, las mujeres, lo que fuera, por qué coño no dejó los hábítos, o se alejó de los reflectores, o se fue a vivir discretamente a alguna ciudad donde pudiera hacer todo su gusto sin tener que andarse escondiendo.

Y esto de escondiendo lo pongo a sabiendas de que debe haber mucha gente, sus choferes, sus cercanos, sus fieles, que sabían todo esto, lo acompañaban, lo excusaban y lo comprendían. Se puede tener un desliz en una playa, o una noche de jarana, pero este hombre iba y venía, y no puedo imaginarme que se fuera solo a Tijuana, o a España, a pasarse unos días con sus mujeres, y que nadie supiera nada.

Nadie ha hablado de ello estos días, pero apuesto a que hay un cerro de cartas, cheques, papeles, boletos de avión, consumos y fotografías de Maciel con su familia, con sus casas, con los bancos y con los notarios.

Marcial, ya estás ahí donde casi seguro vamos a ir todos, pero la verdad es que la hiciste muy mal, y creo que ni siquiera la disfrutaste, porque la culpa debía ser más grande y más difícil que los placeres. Nosotros, aquí simples mortales, seguimos cogiendo y chupando como siempre, ya sabes, pero es que nunca tuvimos la intención de ser canonizados.

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