Hoy es la noticia, bueno, un pequeñeo escándalo en medios neoyorquinos: se trata de un anuncio espectacular o billboard de los jeans Calvin Klein, en Soho (un barrio bohemio) que muestra a tres muchachos y una chava en un sofá y con actitudes sensuales.
Me gusta este tipo de cosas, porque aun siendo comerciales, aun siendo oportunistas, muestran que la llama sigue viva. Las llamas, debiera decir. Por un lado las del cachondeo y el deseo orgiástico que muchos llevamos dentro, y por el otro las llamas de la represión, el infierno, la vergüenza, el miedo que muchos conservadores y retrógrados ponen por delante para matar sus pulsiones, su culpa, su miseria. Digo, perdón si me excedo, pero muchas veces pienso que la gente que se enoja, que combate, que se pone radical y agresivamente en contra del bueno sexo de los demás, es definitivamente miserable. Que no les guste, que no lo compartan, es una cosa, pero que nos hagan la guerra como si fuéramos sus peores enemigos, eso sólo es fundamentalismo del peor tipo.
Y ahora miren las fotos y digan si vale la pena tanto zafarrancho, y enojos, y llamados al Cielo. Vamos, Dios no se va distraer por tan poca cosa.
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