¿Y tú quien eres?

martes, 24 de noviembre de 2009

Una visita a El Vaquero, en septiembre de 1986

Hace días que no cojo en serio, pero fui a El Vaquero y me metí un rato al cuarto oscuro. Vi un tramo de un video ambientado en Roma, con esclavos guapísimos comprados en mercados y luego sometidos a sus amos, que más bien los hacían gozar que al revés.
Y al final de la película, ahí nomás de pie, alguien a quien casi no le vi la cara me la mamó con mucha dulzura, de muy buena gana, y se la bebió toda aunque le avisé para no molestarlo. A mi lado todo eran jadeos y manotazos en la penumbra, y si hubiera querido hubiera tenido culos y vergas para tocar con sólo estirar las manos.
Como verán, una verdadera orgía. Eso sí, en un gran silencio. Este ambiente tiene sus reglas: ni una palabra ni un ruido. Te bajas el zíper, la sacas y a ver qué onda, pero nada de palabras o dichos. Todo en silencio. El tipo de gente que va no son de esos guapos adonis del gimnasio, ni los andróginos adolescentes con palidez lánguida y bucólica, sino unos señores cualesquiera, en general arriba de los 30, medio gorditos, medio oscuros, muy poco afeminados a menos que se trata de las loquitas manifiestas.
Supongo que es gente que vive o trabaja en la zona, ambidiestros la mayoría, que van ahí en forma secreta, anónima, a echarse un piquete sin mayor compromiso y sin siquiera verle la cara al amante de turno. Espero poder comprobarlo alguna vez pero por el tipo de relación que veo, apuesto a que hay quienes se comen 3 o 4 palos uno detrás del otro, ahí nomás, sin siquiera levantarse los pantalones. Nomás se mueve uno y ya se pone otro atrás con el palo tieso.
Y también alcance a ver a un par de muchachos jóvenes, que creo que eran lo más bonito del lote, enfrascados en un boca a boca fenomenal, arrinconados en una esquina, metiéndose mano por todos lados y alejando casi a manotazos a los dos o tres terceros que buscaban participar. Cuando uno de estos dos finalmente se separó y se alejó, el que se quedó fue literalmente asaltado por tres animales feroces. Uno se fue derecho de rodillas a mamarle la verga, el otro le abrió la camisa para acariciarle el pecho, y el tercero se le pegó a la boca. Fantástico.
Creo que ver esa escena e imaginarme yo en esa misma situación fue lo más excitante de la noche. Me vine como hacía mucho que no. Es que hay bocas, dicho con todo respeto, que más parecen mágicas, y una buena boca, aunque sea anónima, siempre viene mejor que tender una mano y encontrar junto a ti a alguien que bosteza y se da vuelta para seguir durmiendo. Así que si algún día me ven salir de un sitio de mala fama, sepan que voy a coger y a que me chupen la vega, y no para ningun otro motivo, ni sexual ni erótico.

Copio textual de mi diario, de 1986. El Vaquero era un bar con cuarto oscuro, que estaba abierto desde la tarde temprano y podías ir a tener sexo desde las 6 o 7 de la tarde. Primero estuvo en un pequeño centro comercial de la avenida Insurgentes, junto a la tienda París Londres ya desaparecida. Luego se pasó a un local en el centro Armand, de Insurgentes y Algeciras, cerca del Liverpool. Ya desapareció pero fue un ícono de su tiempo. Fui muchas veces a ambos lugares, y me divertí mucho. Una vez, en el cuarto oscuro perdí mi camisa; me la quitaron, se fue al suelo, nos movimos en bolita y cuando me quise dar cuenta ya no la encontré en la oscuridad. No me acuerdo si abajo llevaba una playera o cómo llegué a casa de regreso.

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